La obsesión por un videojuego puede rozar límites insospechados. Flappy Bird es un buen ejemplo. Los que hayan...
La obsesión por un videojuego puede rozar límites insospechados. Flappy Bird es un buen ejemplo. Los que hayan llegado tarde al éxito de esta popular aplicación se quedarán con las ganas de comprobar qué hay de interesante en teledirigir el vuelo de un popular pajarillo entre las clásicas tuberías verdes que conocimos con Super Mario Bros. El abrumador éxito del Flappy Bird -hasta este lunes encabezaba todas las listas de programas más descargados llegando a superar en Android la barrera de los 50 millones- es consecuencia directa, paradójicamente, de sus malas críticas. «Simple» es lo más bonito que se ha dicho del videojuego. Pero lo cierto es que el juego es adictivo como pocos y el misterio que envuelve su trágico final no ha hecho más que alimentar su leyenda. Su creador anunciaba este sábado a través de Twitter que retiraría el juego porque no podía «soportarlo más». Hoy no hay ni rastro de él en las plataformas de ventas online.